Factoría.

En tiempos de la colonia existía una extensa red de las llamadas factorías por todo el territorio, tanto en Fernando Poo (actual Bioko) como en Río Muni (el Continente). Se trataba de un tipo de negocio muy peculiar que creció de la mano de las autoridades españolas y su estrategia colonial. 

Algunas factorías eran auténticos emporios, otras poco más que puestos muy modestos, pero todas se dedicaban a lo mismo: la venta de una gran variedad de artículos importados y la compra de los productos agrícolas procedentes de muchas pequeñas plantaciones, que a su vez embarcaban hacia Santa Isabel y Bata. Esto las convertía en las verdaderas claves del importexport guineano.

Las factorías de las ciudades estaban bien provistas y ofrecían un abanico de artículos muy completo, desde lencería del hogar a conservas pasando por calzado y juguetes. En las partes más recónditas de la colonia el surtido no era quizás tan extenso pero en muchos casos eran el único lugar donde se podían comprar productos ajenos a la economía de subsistencia a la que se dedicaba la mayoría de la población local.  La red de factorías creció con los avances de las autoridades españolas para implantar un embrionario capitalismo que suplantase el intercambio existente.

A mí, la descripción de las factorías me recuerda a la única tienda del pueblecito de Castilla donde nació y vivió mi abuelo antes de emigrar a la gran ciudad. De pequeña, en las visitas estivales, nunca dejaba de sorprenderme la coincidencia en un mismo y minúsculo espacio de tantos y tan dispares objetos: cuchillos, tebeos, arroz, mantas… De todo se encontraba, aunque tuviera que sacarse polvoriento y mohoso de la trastienda. A decenas de quilómetros de distancia de la capital, en esos días mucho más difíciles de recorrer que en la actualidad, seguramente no eran tan diferentes de sus equivalentes africanos.

Fotografía: Alejandra Donat de Caralt / CC

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